Hace casi 12 años, el parque Salazar se convirtió en Larcomar, despertando la indignación y nostalgia de los miraflorinos que hoy lo frecuentan. ...¨El desarrollo de Larcomar despertó los cuestionamientos de ambientalistas y miraflorinos, que denunciaban irregularidades en el estudio de impacto ambiental y la falta de consulta vecinal...Hoy, Larcomar se ha convertido en una especie de Machu Picchu limeño, un paradero obligado para los turistas. Se calcula que, del medio millón de visitantes que recibe al mes, el 30% son extranjeros...Las grandes obras en sus inicios traen algunas situaciones contrarias que luego son superadas por los beneficios que ofrecen. En Ancón necesitamos el puerto como impulsor del desarrollo de nuestro distrito y Lima Norte...Lea esta memoria escrita por Alejandra Costa en la sección Economia de El Comercio...
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A finales de los 80, todos los domingos, mis cuatro hermanos y yo nos apretujábamos felices en el asiento trasero (y hasta en el espacio detrás) del Volkswagen crema de mi padre para recorrer los 30 minutos que separaban Jesús María del parque Salazar, de sus verdes, su mar, sus heladeros y sus vendedores con gigantescos bultos de globos con gas.
Mis hermanos y yo crecimos, al igual que la ciudad y, en noviembre de 1998, ese espacio de jardines, algodones dulces y pelotas se convirtió en el escenario de cemento, canchita y bolos, que brilla en la oscuridad y que nos acoge hasta hoy.
Pero lo que para los adolescentes era una prueba de que Dios existía y tenía 15 años, para los vecinos fue una especie de castigo divino.
CENTRO DIVERTIDO
Larcomar fue el segundo gran centro comercial de la ola de modernización del comercio minorista que dura hasta hoy. A diferencia del Jockey Plaza, inaugurado en 1997, el ‘mall’ frente al mar no se caracterizaba por sus gigantescas tiendas por departamento o sus tiendas, sino por una oferta de vanguardia en entretenimiento.
El Hard Rock Café hizo sentir a los que nunca habíamos ido a Estados Unidos un poco más cerca del sueño, y a los que pasaban sus vacaciones en Miami, un poco menos lejos de su realidad veraniega.
La implementación de este local demandó la friolera de US$2 millones y se mantiene como un récord aún no superado por ningún restaurante en el Perú.
El Cosmic Bowling, con su decoración fosforescente, sus luces psicodélicas y sus graciosas papas fritas, se convirtió en el lugar de encuentro obligado de todos los que sucumbimos a la fiebre que reemplazó a los patines en línea a finales de los 90.
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miércoles, 4 de mayo de 2011
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